viernes, 23 de abril de 2021

El Cómic del Pato Donald Como Medio de Influencia Ideológico

El Cómic del Pato Donald Como Medio de Influencia Ideológico

     El cómic o historieta a lo largo de su corta historia se ha convertido en un medio muy influyente capaz de traspasar fronteras con sus viñetas y dibujo, aún hoy en la actualidad, y si dentro de este medio, al parecer inofensivo ¿se pudiese trasmitir toda una ideología? Esta es la cuestión que investigan y trataron de responder los autores del libro en el cual se basa todo este ensayo “Para leer el Pato Donald”

     Desde su nacimiento en la prensa en 1894, el cómic o historieta se ha convertido en una muy importante e influyente forma de comunicación, adaptándose a los momentos de la historia al representar los hechos o situaciones trascendentales, reflejando las necesidades de cada período.

     Varias empresas vieron en este medio de comunicación una gran oportunidad de fortalecer su economía, como es el caso de Walt Disney World, que tras consolidarse como una industria centrada en el entretenimiento con su icónico representante el ratón Mickey, desarrollo todo un universo que llegarían a sostener una vasta cantidad de personajes, que en la actualidad son referencias de la cultura norteamericana y el mundo occidental. Entre estos personajes está el Pato Donald que mantiene muchas de las características de los años 80 cuya historieta no ha sido considerada solamente como entretenimiento para los niños, como es el caso de Dorfman y Mattelart quienes a través de su libro “Para leer al Pato Donald” dirigen una crítica a la toda la ideología norteamericana imperialista que se encuentra presente en este comic y que se transmite con cada viñeta. 

Dorfman y Mattelart produjeron algunas intervenciones críticas muy lúcidas al cómic sentando un conjunto de premisas teóricas que permitían leer el cómic como un lenguaje estético estratégico, colocado en la encrucijada o en el centro de la tensión ideológica que atravesaba la cultura occidental en los sesentas. “Para leer al Pato Donald” guía el camino para el desvelamiento de los mecanismos por medio de los cuales la ideología burguesa (desde el ideal de movilidad social en el sistema capitalista hasta la utopía de clase) se hace efectiva al tiempo que se erige como escenario de lucha política. Tratar de enseñar que el universo de Disney considerado como un mundo “puro, franco, abierto, leal, popular, universal, sin intereses particulares, alegre, con respeto familiar y en contra de la explotación del hombre por el hombre” es un entorno inmoral, archicomplicado, con enredos sofisticados, de una élite avergonzada, de agitadores políticos, en suma, de subversivos del hogar que intentan lavar el cerebro de los niños con doctrinas socialistas; contradice totalmente la imagen que desean proyectar.

     La obra tuvo un impacto tal que, incluso la postura política derechista de Chile mantuvo un discurso oposicionista que llevó a la prohibición de su publicación en Chile y Estados Unidos.

     Ahora bien, al iniciar a leer la obra podemos encontrarnos con el primer título que llama bastante la atención, “Instrucciones para ser expulsados del Club Disneylandia”, en ese corto espacio de 7 páginas los autores revelan la ingenuidad de un discurso derechista que se instituye contra su obra.

     Constituyendo un preludio que permite la presentación de la justificación del objeto de investigación y de crítica. En el primer capítulo titulado “Tío, cómprame un profiláctico…,” se desarrolla y analiza la estructura de las relaciones familiares que subyace en las historietas del Pato Donald. El primer punto que salta a consideración es la ausencia total de los progenitores y que las relaciones de parentesco se limitan a ser una red de tío, sobrinos, tíos-abuelos. La ausencia de padres y madres tiene por objetivo evadir que tener que dar una explicación de sexualidad lo que produce que todos los personajes y especialmente los sobrinos del Pato Donald sean operados de la posibilidad real y concreta que suprime su historia personal, su nacimiento y el cambio que conlleva crecer, es decir se encuentran inmersos en una realidad invariable. Por otro lado, se describe una especie de eterno noviazgo donde se manifiesta una marcada preferencia por los personajes masculinos. Otro punto a consideración es la supremacía del poder, puesto que en el mundo de Disney las relaciones entre personajes son verticales y autoritarias, donde la autoridad no se sostiene en el padre, sino en el tío siendo de esta manera, “un orfelinato del siglo XIX” (Dorfman & Mattelart, 1978, p.30).

     Al analizar a los personajes femeninos se manifiesta un evidente machismo con el cual se patentiza el eterno papel de servidora que tiene la mujer. A éstas se les asigna dos caras “princesa” o “bruja” y muy pocas posiciones de poder manteniendo un arquetipo donde solo puede servir al hombre y el único poder que se le concede es el de seducirlo.

     El segundo y tercer capítulo, marcan y siguen una secuencia lógica: Del niño al buen salvaje y Del buen salvaje al subdesarrollado. Así, en el primero se tratan temas que describe la distribución maniquea del espacio: el campo es el lugar del buen salvaje y la ciudad el del caos. De esta manera:

“Todos los personajes ansían el retorno a la naturaleza. Algunos viven en el campo o en los bosques (Abuela Pata, ardillas, lobitos, etc.) pero la mayoría pertenece a la vida urbana y desde allí sale en viajes incesantes hacia las islas, los desiertos, el mar, bosques, cielos, estratósfera, montañas, lagos, en todos los continentes (Asia, América, África, Oceanía y muy de vez en cuando algún sector no-urbanizado de Europa). Es cierto que una buena proporción de historietas transcurre en la ciudad en habitaciones cerradas, pero éstas enfatizan el carácter catastrófico y absurdo de la vida urbana” (Dorfman; Mattelart, 1972, p. 42-43).

     En el segundo capítulo, se plantea una metáfora entre al buen salvaje como el subdesarrollado, considerando al exterior de este mundo o de Patolandia es el campo, ahora es el tercer mundo, cuyos habitantes tendrán características poco comunes y su identidad será primitivos. Así, en lugar de referirse a México hablan de Aztecland. Hay una identidad condicionada entre México y Aztecland que es funcional a la ideología burguesa. Al mismo tiempo se plantea una serie de características que tendrán estos personajes subdesarrollados:

1.     Identidad: Primitivos.

  1. Residencia: primer grupo sin ciudades, segundo sí.
  2. Raza: Todas menos la blanca.
  3. Talla: Generalmente enormes o muy pequeños.
  4. Vestimenta: En pañales.
  5. Costumbres sexuales: Solo hay hombres.
  6. Cualidades morales: Son niños (afables despreocupados, ingenuos, alegres, confiados, felices, supersticiosos lo entregan todo) - Un buen salvaje -
  7. Entretenciones: Canta baila y juega.
  8. Idioma: hablan patolandés fluido.
  9. Base económica: De subsistencia, pastoreo pesca, recolección.
  10. Estructura política: Una democracia natural, todos son iguales, comparten todo a excepción del rey.
  11. Religión: No tienen
  12. Emblema nacional: El molusco.
  13. Color nacional: Blanco inmaculado.
  14. Animal nacional: La oveja
  15. Tienen virtudes mágicas.
  16. Ritos fúnebres: Nunca mueren.

      Al darle estas características al personaje de tercer mundo justifica la explotación capitalista. La ideología burguesa interviene allí donde sólo vemos aventura. El abuso al que somete el capitalista al este ser primitivo se presenta como respeto ante al atraso del tercer mundo justificado en tres premisas:

a) Se idealiza la forma de vida del tercer mundo

b) la llegada de los patolandeses significa la liberación de la opresión al tercer mundo, y

c) los personajes de Disney se interpretan como un juez en el subdesarrollo.

Otro de los aspectos que se desarrolla en esta transición entre capítulos y que se relaciona con la premisa de idealizar la forma de vida del tercer mundo es tomarlo con hipocresía, el tercer mundo aparece como un juguete para los personajes de Disney que aburridos de la rutina emprenden aventuras donde siempre encuentran grandes tesoros sin dueño de que apoderarse, sin que esto constituya robo por supuesto.

“Ahora se entiende por qué el oro se encuentra allá en el mundo del buen salvaje. No puede aparecer en la ciudad, porque la cotidianeidad exige la producción (aunque veremos que Disney elimina este factor hasta en las ciudades). Hay que naturalizar e infantilizar la aparición de la riqueza (…) todo viene de la naturaleza, nada lo produce el hombre”. (Dorfman & Mattelart, 1978, p. 86).

     Dorfman y Mattelart se preguntan ¿Qué buscan los personajes en esa huida de la ciudad/civilización?

“En más del 75% de las historietas leídas se viaja en busca de oro (En el otro 25% se compite por la fortuna –en forma de dinero o de fama– dentro de la ciudad)” (Dorfman & Mattelart, 1978, p.83).

     El mundo de Disney es un mundo vacío de conflicto donde se han eliminado las instancias de todo proceso productivo. En primer lugar, vimos que no hay producción biológica (no hay progenitores). Tampoco hay producción económica pues no existe proletariado. Y la producción tecnológica no tiene consecuencias en la realidad (los inventos son simples medios para conseguir el oro/fortuna)

     Pero el procedimiento ideológico que termina de deshistorizar la realidad es el dinero. El oro, el tesoro y el dinero son los productos sin producción por excelencia. El tesoro es entendido como un don de la naturaleza, es decir fruto de una producción natural y nunca social. Al mismo tiempo, esta dimerización de la aventura marca sus límites mismos:

“No se puede avanzar más allá, no se puede reducir el oro a nada más simbólico. Lo único que queda, es partir a buscar más, en vista de que ese oro debe mantenerse quieto, que si se invierte vuelve a tomar facciones y a ingresar al proceso histórico contemporáneo. Cuanta nueva y borrón. Nuevas aventuras para seguir acumulando despistadamente e improductivamente” (Dorfman & Mattelart, 1978, p. 85).

     El mundo de Disney es la culminación del sueño imperialista: nadie trabaja para producir, todos compran, todos venden, todos acumulan riqueza. La única fuente conflictiva es los “chicos malos” y los criminales sin conciencia cuya única rebelión puede ser la de violar la ley de la propiedad privada. El proletariado, una vez más, está ausente.

     Nuestro protagonista el Pato Donald es el prototipo del burgués, un desempleado consumista que no trabaja porque no pueda sino porque no quiere.  Como lo mencionan los autores:

“He aquí el mito básico de la movilidad social en el sistema capitalista. El self-made-man. Igualdad de oportunidades, democracia absoluta, cada niño parte de cero y acumula lo que se merece. Donald malogra estas escaleras del éxito a cada rato. Todos nacen con la misma posibilidad de subida vertical, por medio de la competencia y el trabajo (sufrimiento y aventura y la única parte activa, la genialidad)” (Dorfman & Mattelart, 1978, p.120).

      Por medio del último capítulo “¿El Pato Donald al poder?”. Se expone el modo en que Estados Unidos se sueña así mismo, se representa a sí mismo, al tiempo que es “el modo en que la metrópolis nos exige que nos representemos nuestra propia realidad, para su propia salvación” (Dorfman & Mattelart, 1978, p.151).

El libro en cuestión nos revela que, ya que nadie ama a nadie, la motivación en ese mundo excluye al amor, solo la riqueza y el bienestar, un alto posicionamiento sobre los demás la motivación para el actuar. El proletariado en la cuidad toma forma a través de conceptos como un ladrón que planea apoderarse de aquello que no es suyo o en la periferia como aquel ser inferior que solo posee la fuerza física para poder manejarse en el mundo. Todos aceptan los términos de a quien se asigne en una posición de poder, sin oponer queja o pensar en la estructura de su sistema, solo cuando la tiranía se hace demasiado evidente los niños toman el control momentáneo obviamente, para reponerlo en las manos del rey cuando este haya reivindicado sus actitudes. No importa que haya un rey mientras este ejerza su gobierno disimulando su autoritarismo como una mano de seda. Si no hay una relación de superioridad y existen gente en horizontalidad, para hacerlos competir por lograr superar al otro. La perspectiva machista se manifiesta en toda esta serie de historietas, la mujer ocupa un rol de humilde servidora sometida al hombre, y reina de belleza siempre cortejada. La única habilidad que se otorga es el de la seducción en forma de coqueteo, con un papel doméstico y pasivo. Puede ser la doncella ama de casa o la bruja o madrastra perversa. Si no es bruja ella ocupa profesiones como azafata, modista, enfermera etc. pero nunca participara de las aventuras y hazañas. Se dice que Disney es un mundo sexual asexuado. Los lugares del tercer mundo que visitan los protagonistas están habitados por personajes que se caracterizan por ser especies bárbaras, nunca de raza blanca, sin ciudades o habitando ruinas, gigantescos o pigmeos, solo hay hombres, en cuanto a la moral son como niños, desinteresados e ingenuos.

     En conclusión, el análisis del cómic del Pato Donald nos demuestra como la gigantesca empresa “Walt Disney World” ha tratado o logrado transmitir esta ideología dominante imperialista instaurando y reforzando arquetipos de la sociedad y los roles que deben cumplir de los individuos tanto en su país de origen considerado como el buen burgués y el tercer mundo como el buen salvaje al que puede arrebatar sus recursos sin el más mínimo remordimiento. El texto también sirve como un medio reflexivo, es decir, aunque ya no se transmitan estas historietas, el entretenimiento actual tiene el poder de difundir este tipo de ideologías disfrazándolas como simple entretenimiento que cada vez llega más y más lejos.

Bibliografía:

Dorfman, A., & Mattelart, A. (1978). Para leer al pato Donald. Siglo xxi.

Fuentes, G. V. (2014). Breve historia del cómic. Ediciones Nowtilus SL.

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